miércoles, 3 de febrero de 2010

EDGAR ALLAN POE Y UN POEMA DE MUERTE (A ELENA)


“[…] Nosotros esperamos un cielo o un infierno,

Sufrimos o gozamos,

En nuestras breves horas […]”

José Asunción Silva

Al leer un poema, éste produce un efecto distinto en cada uno de sus lectores y a su vez este efecto cambia cada vez que el mismo individuo retoma la lectura. El acto de la lectura nos permite tener un grado de excitación en nuestras almas y hace de este acto un instante sublime. Cuando el poema genera tales efectos posee la facultad de llamarse así: poema. Edgar Allan Poe, escritor estadounidense del siglo XIX, nos dice: “[…] Apenas necesito observar que un poema merece su nombre sólo en cuanto nos excita, al elevar nuestra alma […]”[1]. A Partir de esta afirmación del poeta podemos empezar el análisis de uno de sus tantos poemas.

El poema tiene por condición natural una parte creadora, es decir un carácter divino. Al mismo tiempo, éste posee la capacidad de persuadir, seducir y contar una historia. Con estas características el poema puede crear una imagen en el lector de acuerdo al grado de excitación que éste genere y a la vez esa imagen puede trascender y quedar grabada en la memoria del lector. Es “A Elena” un buen ejemplo de la elevación que puede producir un poema en un lector. La evocación de la muerte con elementos de la naturaleza nos permite contemplar una fatalidad desde una perspectiva netamente romántica. El contraste que en “A Elena” encontramos entre la vida y la muerte nos demuestra el universo romántico que el poeta gesta. Por ejemplo:

[…] Evaporaban las rosas
los perfumes de sus almas
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú los gozases
su último aliento exhalaban
como en una muerte dulce,
como en una muerte lánguida,
y era una selva encantada,
y era una noche divina
llena de místicos sueños
y claridades fantásticas […]

En la frase “evaporaban las rosas los perfumes de sus almas”, encontramos el milagro de la vida en las flores, pero al mismo tiempo encontramos el elemento de la muerte al esfumarse la vida por medio de los perfumes. Otro de los contrastes característicos del romanticismo que encontramos en este poema es el de la oscuridad enfrentada a la luz:

[…] Todo se apaga y extingue
menos tus hondas miradas.
¡Tus dos ojos donde arde tu alma!
Y sólo veo entre sombras
aquellos ojos brillantes,
¡oh mi amada! […]

Encontramos en: “todo se apaga y extingue”, una voz de resignación y de tristeza que marca la oscuridad y a la vez la luz hace el contraste: “menos tus hondas miradas”, el narrador añora entre la luz la mirada de su amada. El lector puede hacer una imagen del poema con la evocación de un ser amado por medio de una noche adornada con los más bellos elementos de la naturaleza.

De otra parte “El principio poético” nos habla también de un elemento propio del poema: su extensión. Edgar Allan Poe dice que no existe un poema largo, con esto hace referencia a la imagen que produce el poema y no a su extensión. Es decir, el poema debe ser fulminante en la medida que crea la imagen para el lector, el grado de excitación. “[…] que un poema sea llamado así en absoluto, no puede sostenerse a través de una composición muy extensa […]”[2]. “A Elena” es un claro ejemplo de esta afirmación, si bien el poema en extensión comprende dos páginas, su imagen es retenida en un tiempo no mayor a cinco minutos, la muerte evocada en una noche de luna llena, acompañada de perfumes de flores, de sombras y de silencio.

En este sentido podemos afirmar entonces que el poema “A Elena” tiene una unidad. Ésta consiste, según Edgar Allan Poe, en la certera concordancia entre la extensión del poema y el grado de admiración que se logre, es decir, si un poema es realmente extenso; el lector puede encontrarse sin interés a la mitad de su lectura.[3] El sentir poético es creación sublime, exaltación en su máxima expresión que viene desde la contemplación pura de la belleza, la palabra permite transformar y transcender un sentimiento, hacerlo duradero. El autor de “El cuervo” nos dice esto al explicar que la poesía es creación y que la belleza nos lleva a un estado de apreciación tal, que el poema es el primero de los vehículos para provocar este efecto.

Al conectar algunos elementos de “El principio poético”, con el poema objeto de nuestro estudio, es inevitable encontrar estos en otros poemas propios de Edgar Allan Poe. En “Anabel Lee” encontramos el universal de la muerte de la misma manera que en “A Elena”:

[…]Y por eso, hace mucho, en aquel reino,
en el reino ante el mar, ¡triste de mí!,
desde una nube sopló un viento, helando
para siempre a mi hermosa Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de mí;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla allí […]

No sólo la muerte podemos encontrarla como universal poético, también encontramos a la mujer y en este caso la mujer que es arrebatada de manera mortal. Otro buen ejemplo de esta constante podría ser el poema “Leonora”. Nuevamente encontramos los universales antes mencionados:

[…] ¡El vaso se hizo trizas! Desapareció su esencia

¡Se fue; se fue! ¡Se fue; se fue!

Doblad, doblad campanas, con ecos plañideros,

Que un alma inmaculada de Estigia en los linderos

Flotar se ve […]

Todo esto nos lleva, entonces, al acercamiento de un universo poético creado por el poeta a través de toda su obra. Es este mismo universo el que nos permite acercarnos al escritor y conocerlo en toda su manifestación. Y desde aquí podemos también detectar las constantes que hacen de toda su expresión un reflejo del romanticismo del siglo XIX. La evocación por lugares, personas, paisajes, la idea del eterno retorno a un pasado, la oposición a las máquinas; son algunas de las características que identifican, en este caso a Edgar Allan Poe, como “romántico”.

Si existe un universo poético, existen entonces manifestaciones, aparte de la creación del poeta, que hagan parte de éste. Es decir podemos encontrar las mismas unidades o los mismos universales en otros poemas de otros escritores. En “A Elena” detectamos la presencia de la muerte (como habíamos mencionado anteriormente) evocada con elementos propios de la naturaleza. Por ejemplo las flores, los sonidos, la luna, la noche, las hojas y las sombras. De la misma manera encontramos estos elementos en un poema de José Asunción Silva, “Una noche” (Nocturno III). Por ejemplo el elemento de la noche:

“[…] Una noche,

Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de

Músicas de alas, […]”

(José Asunción Silva)

Y tenemos:

“[…] Te vi a punto.

Era una noche de julio,

Noche tibia y perfumada,

Noche diáfana […]”

(Edgar Allan Poe)

Los elementos de La noche y los perfumes, son en principio una constante. La noche marca la evocación de un instante con la amada. Los perfumes decoran esta noche “mágica”.

“[…] A mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda,

Muda y pálida

Como si un presentimiento de amarguras infinitas,

Hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara […]”

(José Asunción Silva)

“ [… ] Toda de blanco vestida,
toda blanca,
sobre un ramo de violetas
reclinada
te veía
y a las rosas moribundas
y a ti, una luz tenue y diáfana
muy suavemente
alumbraba,
luz de perla diluida
en un éter de suspiros
y de evaporadas lágrimas […]”

(Edgar Allan Poe)

La muerte mostrada como “muda y pálida” en el primero, se muestra como “toda blanca” en el segundo. El “presentimiento de amarguras infinitas” se hace en paralelo con “A Elena en palabras como “y de evaporadas lágrimas”. El sentir lo podemos concebir como muy parecido, aunque la voz de un poeta en su lengua original es en inglés. El ritmo también tiene un alto grado de semejanza:

“[…] Y eran una

Y eran una

¡Y eran una sola sombra larga!

¡Y eran una sola sombra larga!

¡Y eran una sola sombra larga! […]”

(José Asunción Silva)

“[…] como en una muerte dulce,
como en una muerte lánguida,
y era una selva encantada,
y era una noche divina
llena de místicos sueños
y claridades fantásticas […]”

(Edgar Allan Poe)

En este universo poético, encontramos también, la palabra “sombra” para hacer referencia de la muerte en un cuento de Juan Rulfo, “No oyes ladrar los perros”:

“[…] La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante […]”.

La idea de dos sombras que se hacen una, la vemos como una constante en los tres textos. El sonido también es un factor importante en la recreación de la muerte y del viaje que se hace cuando se muere. En Edgar Allan Poe, los sonidos no se recrean, la naturaleza ni siquiera susurra:

“[…] Ni una hoja
susurraba;
no se oía
una pisada;
todo mudo,
todo en sueños,
menos tú y yo […]”

En el poema de José Asunción Silva podemos constatar que el sonido es importante para la descripción del lecho de muerte:


“[…] Por la senda caminaba,

Y se oían los ladridos de los perros a la luna,

A la luna pálida […]”

En el cuento de Juan Rulfo podemos encontrar el mismo signo que nos recrea la imagen de lo nefasto:

“[…] Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó como por todas partes ladraban los perros.
— ¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza […]”

Talvez no exista una intensión previa, por parte de algunos autores, de hacer textos parecidos a otros. Es el sentir poético que el mismo Edgar Allan Poe describe el que lleva a crear sin tener a veces plena conciencia de esta labor “[…] La poesía, como la Creación Rítmica de la Belleza. Su único árbitro es el gusto. Sólo tiene relaciones colaterales con el intelecto o la conciencia […]”[4].

La unidad del poema que hemos trabajado, tiene vigencia siempre y cuando evoquemos ese grado de elevación que consigue en nosotros su lectura. A su vez las otras unidades que hemos denominado de un mismo universo poético, tendrán una trascendencia igual en nosotros y podremos tener presente cada uno de esos que se relacionen de la misma forma. Podemos, en el mismo sentido, tener presentes los elementos propios del romanticismo con la lectura y la apreciación de una obra como la de Edgar Allan Poe, que cobra vigencia en la medida en que la descubrimos y la redescubrimos.

Podemos culminar este texto con una frase del mismo Edgar Allan Poe, que nos da ideas claras para empalmar el poema “A Elena” con su “El principio poético”. Aquí el poeta nos muestra que todas las características mencionadas antes alcanzan para explicar el sentir verdaderamente poético. “[…] Alcanzaremos, sin embargo, más inmediatamente una concepción distinta de lo que es la verdadera poesía, por una mera referencia a algunos de los elementos simples que producen en el poeta mismo el efecto poético. Él reconoce la ambrosía que alimenta su alma en las órbitas brillantes que relucen en el cielo […]”[5]



[1] POE, Edgar Allan. El principio poético, en: Ensayos. Editorial Claridad. Buenos Aires, 2003. P 223.

[2] POE, Edgar Allan. El principio poético, en: Ensayos. Editorial Claridad. Buenos Aires, 2003P.223.

[3] POE, Edgar Allan. El principio poético, en: Ensayos. Editorial Claridad. Buenos Aires, 2003. P224.

[4] POE, Edgar Allan. El principio poético, en: Ensayos. Editorial Claridad. Buenos Aires, 2003. P.229.

[5] POE, Edgar Allan. El principio poético, en: Ensayos. Editorial Claridad. Buenos Aires, 2003. P 243.

  • RULFO, Juan. El llano en llamas. Fondo de cultura, México D.F., 2001.

  • SILVA, José Asunción. Obras completas. Ediciones Banco de la República. Santa fe de Bogotá, 1965.