“Nunca creí llegar a ser miembro de un movimiento estudiantil, y mucho menos estar en las filas de los tirapiedras y defender mis derechos como persona”, aclaraba Miguel mientras daba cabida a los inicios en uno de los grupos de la universidad. Pertenecer a los movimientos estudiantiles de la universidad no es difícil, simplemente se necesitan buenos contactos, buenas ideas (fundamentadas) y ganas de luchar. Miguel ingresó a la organización gracias a un compañero que lo invitó a hacer parte de una reunión, donde trataban temas como los de la entonces pérdida del hospital universitario entre otros. Tal fue el interés que este evento despertó en Miguel, que de inmediato empezó a participar de todas las actividades programadas por sus nuevos compañeros. Revueltas, tirar piedra, lanzar improperios contra la administración de la universidad y el estado, enfrentarse a la policía; redactar documentos, recolectar alimentos, crear campañas de concientización y muchas más actividades fueron el pan de cada día de nuestro ahora joven revolucionario.
La satisfacción que esto le produjo no tuvo ni tendrá comparación. Estaba haciendo un pequeño aporte para que las cosas cambiaran. Pero tuvo desde entonces mucho trabajo y muchas campañas que respaldar que poco a poco fue descuidando la razón por la cual, desde un principio, había llegado a este lugar; su estudio. Su rendimiento no fue el mismo y las ganas tampoco lo serían. Vale añadir también que esta vida en la clandestinidad no le trajo buenas cosas (aparte del mal paso en la academia). Las persecuciones de brujas como él las llama, lo tentaron a dejar sus actividades revolucionarias en algunos momentos, pero sin rendirse continuó.
Como Miguel son muchos los jóvenes que recorren los pasillos a nuestro lado, pasando inadvertidos, que luchan (según ellos) día a día para tratar que “las cosas” estén mucho mejor. Ojalá todos esos esfuerzos no sean dejados en el olvido y que sólo sean para evocarlos cuando se haya obtenido un título.
§ Decidimos cambiar el nombre y llamarlo simplemente Miguel